Debo confesar que uno de los lugares favoritos de Fernando Vega para hacer una escapada en condiciones, con todo tipo de plan incluido, Estados Unidos tiene un lugar preferente en la lista.
Ya he podido disfrutar de altos vuelos en el Cañón del Colorado, así como visitas a ciudades imprescindibles como Nueva York o Los Ángeles, pero hay aún una “espinita” clavada en cuanto a disfrutar del país de la libertad (aunque últimamente no de señales de ello), y no es otro que el plan de realizar un “Coast to Coast”.
A modo de lista de deseos y de guía turística, me gustaría indicar todos los planes imprescindibles que tienen cabida en la ruta New York – L.A.
Los imprescindibles de Fernando V. Hernandez en un coast to coast
Hacer todo lo que hemos visto en las películas en Nueva York
La “capital del mundo” es también el mayor plató del ídem. Hayamos estado antes o no, siempre descubriremos un rincón que nos suene a Woody Allen, a las numerosas series de televisión que la han usado de escenario o incluso como telón de fondo de las retransmisiones de los reporteros de las noticias.
Como actores de nuestra propia película podemos imitar todo ello, jugando con el piano gigante de la película Big (lo encontraremos en los almacenes Macy’s de Herald Square), tomando un perrito caliente en cualquier humeante esquina, coger un taxi amarillo o cumpliendo con cualquiera de las actividades protocolarias que debemos realizar sí o sí en Nueva York.
Recorrer la Ruta 66 en Chevrolet descapotable
Y de topicazos a topicazo, pero que debemos reconocer que resulta todo un placer. La “carretera madre” (tal como se denominaba en la obra imprescindible de la literatura y cine, Las uvas de la ira, de John Steinbeck), recorre nada más y nada menos que 3.200 kilómetros de Chicago a Los Ángeles en los que descubrir parte de los grandes éxitos de USA, como el Gran Cañón, el río Misisipi o el desierto de Arizona, pero también la América más profunda y kitsch como los numerosos moteles estilo años cincuenta, gasolineras llenas de autenticidad y las cafeterías donde tomar hamburguesas XXL y batidos para acompañar.
Todo ello, por supuesto, mucho mejor si se hace en un Chevrolet Corvette de color rojo o celeste, al gusto, y con el “Born to Be Wild” de Steppenwolf como banda sonora.
Ver el Cañón del Colorado a vista de pájaro
Una vez inmersos en la Ruta 66, parada obligatoria es en este punto que lo conozco bien… y más que me gustaría conocerlo de las veces que repetoiía la experiencia. Y es que un monumento natural de tal magnificencia como resulta el Cañón del Colorado, se debe disfrutar desde cualquier punto de vista y, siendo uno preferente, el de hacerlo desde las alturas para apreciar aún más su inmensidad.
Fernando Vega tuvo el privilegio de hacerlo pilotando, pero no son pocas las excursiones que te permitirán la opción de ir en un helicóptero tripulado. Ni lo dudes si se te presenta la oportunidad.
Probar suerte en Las Vegas
Aunque prescindible en cualquier otra ocasión, en un recorrido que nos lleve por toda la idiosincrasia estadounidense, Las Vegas merece su propio capítulo y, allí es casi obligado que visitemos algún casino y, ya que estamos, lanzar alguna que otra moneda en una de esas máquinas tragaperras gigantescas.
Además de esta práctica, no nos debemos perder las fuentes danzantes del Hotel Bellagio, recorrer las reproducciones de los monumentos más emblemáticos del mundo y, si somos fan de alguno, comprar entradas para el espectáculo de algún que otro cantante de éxito semiretirado.
Visitar alguna reserva india
O un pueblo amish o cualquier otra cultura del interior que nos enseñan distintas perspectivas de vivirla cultura estadounidense, ya que aunque últimamente sus representantes se esfuercen en afirmar lo contrario, EEUU es un enorme crisol de razas, culturas y religiones.
Terminar a lo grande en una colina angelina
Y por supuesto sin olvidarnos de la más afamada de Los Ángeles, aquella que da nombre a Hollywood. Desde las alturas a este lado de la costa oeste podremos apreciar de un vistazo gran parte de la historia estadounidense: desde los verdes prados californianos, la opulencia de los rascacielos, las casas coloniales que los cricundan y, finalmente, la inmensidad del océano Pacífico: el mejor testigo de lo que seguramente resulte un viaje épico de los que nos deberíamos permitir al menos una vez en la vida.
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