Rubén Ortega; CC-BY-SA

Hace apenas una semana apuntaba de lo atractivo de sumergirnos en el mundo de las criptomonedas por el rico ecosistema que existe tras ellas. Algo que, con las divisas “tradicionales”, no podemos encontrar (el dólar es el dólar porque así vino marcado desde hace dos siglos y sus reglas las marca el mercado, sin poco más que intervenga en su idiosincrasia). Con el deporte tengo la misma sensación a la hora de hablar del rugby.

Me siento auténticamente privilegiado de poder experimentar todos los valores que este noble deporte aporta a quienes lo siguen y practican. Sin querer denostar otras prácticas deportivas (también el hecho de que sea miembro del VRAC puede que se vea notablemente influido en esta redacción), realmente creo que lo que se obtiene a la hora de la práctica del rugby, no es equiparable a otros juegos en equipo como pudieran ser el fútbol o el basket.

¿Y cuáles son las enseñanzas que yo, Fernando Vega, he podido aprender y poner en práctica en torno al rugby?

Principales valores que aporta la práctica del rugby

 

La facultad de apasionarte por lo que haces

 

Insisto en que este escrito no trata de situar al rugby en el escalafón más alto de los valores que aporta toda práctica deportiva, pero sí ensalzar por encima de otros deportes valores como la pasión que despierta la práctica de este ejercicio.

Cuando practicas el rugby, te expones en cuerpo y alma, te entregas a puntuar a pesar de las dificultades, de los cierres de banda, de encontrarte frente a frente con el rival que no dudará en abatirte.

Esto requiere entrega, querer dejarte la piel en el terreno de juego, y sólo las personas apasionadas y dispuestas a llegar a un objetivo pase lo que pase, están capacitadas para ello.

 

Disciplina

 

En no pocas ocasiones me he encontrado con la crítica de que el rugby es un deporte rudo, incluso violento. Si defiendo hasta la última consecuencia que esto no es así es porque todo jugador de rugby que se precie y que se pueda definir como tal, debe ser ante todo disciplinado: seguir cada pauta, cada indicación y, por supuesto, cada regla.

Si esto no fuera así, este noble deporte no sería más que dos equipos en un campo de batalla. Sin embargo la elegancia que se puede apreciar desde las gradas de su práctica se debe a que cada jugador sabe cuál es su lugar, cuál su límite y dónde empieza y acaba el de su rival.

 

Respeto

 

Enlazando con el anterior punto, si no sabemos dónde empieza y acaba el espacio, la compostura de cada rival, se perdería el punto disciplinado y el concierto que hace del rugby el deporte noble que es.

Todo equipo sabe que su rival es su semejante, que disfruta y tiene los mismos objetivos al finalizar un partido, y que las circunstancias que hace a un equipo ganador o perdedor, nacen de lo que hacemos por el nuestro, no por cómo torpedeamos al resto.

 

Solidaridad

 

Juegue en la posición en la que juegue, sólo me irá bien si al resto del equipo también le va bien. Pero esto no sólo se refleja en el campo de juego: son muchos kilómetros los que se viven juntos, muchas horas de trayecto, de hoteles, de estar lejos de casa… Si todo ello no une a un equipo, difícilmente se puede llamar equipo.

 

Integridad, deportividad, humildad, compromiso, trabajo en equipo… Son muchos los calificativos por lo que el rugby es mucho más que un deporte.

Empresario del sector inmobiliario, aficionado a la inversión en criptomonedas y fiel seguidor del VRAC. Disfruto y aprendo con cada experiencia y así me gusta que se refleje en el blog de Fernando Vega Hernández.